martes, octubre 10, 2006

La carta verde.

Hoy he recogido en correos una carta certificada de la compañía que me suministra electricidad. Venía en un sobre verde. En ella me agradecen mi compromiso con la naturaleza y con el futuro por utilizar la energía verde. Energía que procede exclusivamente de fuentes 100% renovables. Con mi actitud, por lo visto, he contribuido activamente a la implantación del desarrollo sostenible, al mantenimiento del medio ambiente y a evitar las emisiones de CO2 y otros gases contaminantes.
En la carta también me comunican que en noviembre vence mi contrato de energía verde y que si no informo por escrito de mi intención de dar por finalizado dicho contrato en un periodo de 15 días, entenderán que deseo renovarlo. Además, me dicen que como consecuencia de las actuales circunstancias del mercado, los nuevos precios me supondrían un incremento medio de 19 € mensuales.
Esta carta ha desatado en mi sensaciones encontradas.
Por un lado, mi primer impulso fue ponerme a escribir la renuncia del contrato. Soy un trabajador que pertenece a la clase media y no sería fácil para mi familia asumir un gasto mensual de tal magnitud.
Por otro lado, me veo dentro de 30 ó 40 años intentando explicar a mis nietos el porqué del mundo en el que viven. Y me asaltará la duda de si yo, por cancelar ese contrato, soy en parte culpable de ese futuro de cambios climáticos, lluvias ácidas, calentamientos globales, etc.
Al colocar en la balanza las razones económicas frente a las razones éticas, en principio, pesaron más las razones éticas. Es decir, decidí renovar el contrato. Pero escuchando la radio cambié de opinión.
En un pueblo de Ávila, Navas del Marqués, se habían pasado todo el fin de semana cortando pinos con la intención de construir una macro urbanización. Todo esto a pesar de existir una orden judicial que impedía tal construcción. El hambriento constructor o promotor, saltándose la orden dictada por el juez, cortó tantos pinos como pudo para que una vez hecho el destrozo y la situación fuese irreversible, le permitieran seguir con su plan.
Lo peor de todo es que, al parecer, tenia el visto bueno de la comunidad autónoma, de la diputación de Ávila y del Sr. alcalde.
Este último fue el que paró tal atrocidad y no lo hizo por que le pareciese realmente una atrocidad. No. Lo hizo porque cuando llevaban ya cuatro mil pinos cercenados, el pueblo se escandalizó.
Pues bien, como esto no es un caso aislado, he decidido dejar de contribuir a la mejora del medio ambiente a través de la factura de energía verde. No obstante, seguiré haciéndolo por otras vías tales como reciclar la basura de mi hogar, ahorrar agua, usar el transporte público siempre que me sea posible, etc. Además, tengo ya muchos argumentos acumulados para explicar a mis futuros nietos el porqué del mundo en el que viven.

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